Lunes tendidos al sol entre nubes bajas,
viernes para liquidar la rabia y la sed… llego tarde a ambos, como casi siempre.
Dicen que el viento arrancó la espera en el penúltimo temporal de la temporada.
¿Quién se atreve a decir último?
En una noche de abril que ya es historia y se va como casi
todos los abriles,
fugaz como una estrella, como un chispazo que prende la
mecha entre la duda y la búsqueda,
como si nos lo hubieran robado a punta de navaja por una
de esas calles torcidas del centro…
¿Quién se atreve a esperar sentado, a esperar demasiado
incluso?
¿Para qué correr el riesgo innecesario de desesperar
después?
¿O a seguir repartiendo esa inquietud entre el
pronóstico de nuestras chicas del tiempo de cabecera si eso puede supeditar un
plan de fuga?
¿Acaso puedo ser tu plan de fuga?
Demasiadas preguntas tal vez para estas horas,
para cualquiera…
Y en esas, en una casa vacía o en otra aún más fría se va
o viene otro café mientras revolvemos cajones o los compartimentos de un
escritorio “made in EGB”.
Y entre la caja de los Rotring sin tinta, unos cromos
despegados de la 82-83, la foto firmada de “Perico” y un cómic de Mazinger nos
vamos a dormir no sé si un poco más en paz con nosotros mismos, pero sí al
menos con una pequeña sonrisa dibujada en los labios.
Como el que encuentra un tesoro, o unos cuantos de un
plumazo.
Sinceramente no sé si todo empezó con una canción.
Pero a veces, algo
tan sencillo en apariencia como una canción, es suficiente para dejar a un lado todo lo trascendente que nos arrincona y salvarnos el día.
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