viernes, 10 de febrero de 2023

El último vuelo del ¨Pichón¨

 

Se ha ido mi primer jugador favorito de fútbol. 

No me gusta demasiado la palabra ídolo, ni a esas alturas creo que se contemple a nadie de tal forma. Se ha marchado aquel que consiguió mi atención y que empezara a fijarme y amar de verdad ese juego, siendo aún muy niño. Es cierto que luego llegaron otros, que tal vez incluso disfruté por más tiempo o con más intensidad. Pero él fue el primero, y al César…

Corrían los primeros ochenta. Era otro fútbol, otro país, parece que casi otra vida. Y entre esos primigenios recuerdos o más bien imágenes asociadas a una voz que sin saber la razón sobreviven en tu particular disco duro emocional, me viene tantas veces la de Pepe Higuera (el hombre que me hizo del Atléti) una tarde en el salón de casa de mis padres escribiéndome en una hoja en blanco de su agenda la alineación del equipo con un vaso al lado de algo que supongo sería un DYC on the rocks, haciendo una pausa final para decirme “y con el once el tuyo, Marcos”.

No sé si se correspondía con la alineación de un partido en concreto, porque es cierto que yo recuerdo a Marcos casi siempre con el siete, como en aquella imagen inmortalizada por Garci en El Molinón para su oscarizada ´Volver a empezar´ en la que se le ve saltando al campo en primer término. Los dorsales por esa época no eran fijos, y el whisky tal vez no el primero de la tarde en descargo del bueno de Pepe, que en gloria esté también.

Tal vez fue su forma de correr la banda, de buscar al compañero mejor situado, de finalizar con ambas piernas o suspenderse en el aire en los remates con esa poblada cabellera al viento. Supongo que la mezcla de todo aquello. Pero mi primer disgusto en lo futbolístico también llegó con su marcha, obligada según dicen por los números rojos más que blancos del club en esa etapa. Aunque muy pronto, me devolvió ese sinsabor en forma de emoción antes no vivida. Siempre mantuve que el primer título que yo celebré no fue de mi equipo, eso tendría que esperar un par de temporadas más aún, sino del Barcelona, de Marcos, aunque por esa época todos decían o se le conocía más bien por el de Maradona.

Asomaba el verano del 83 y ya en el pueblo, los chicos nos juntamos alrededor del patio de una casa donde habían sacado una tele portátil. Los Matamala, familia que por número monopolizaba la actividad y pulso del pueblo, eran mayoritariamente madridistas, al menos los de esa vivienda en concreto. Cuando en el ultimo minuto del partido Julio Alberto hace ese quiebro mágico antes del centro al área, nadie pensaba ya en evitar ir a llenar otro par de porrones para la prórroga.

 El vuelo de Marcos para conectar ese cabezazo y cambiar por completo la trayectoria del balón hacia la red de Miguel Ángel fue como un despertar donde el pellizco se antojaba necesario para cerciorarse de que no estabas soñando, de que lo que estabas viendo era cierto. Un destello de luz más allá de los flashes de los reporteros gráficos, algo de color en medio del blanco y negro que ofrecía esa pequeña ´tele´ gris portátil o simplemente, poesía.  

No había visto algo semejante, de tal plasticidad o estética sobre un terreno de juego. Solo acerté a gritar el gol con alma y vida, correr hacia mi Bicicross amontonada entre las demás bicicletas a la entrada y pedalear con todas mis fuerzas hasta casa sin pensar si habría herido sensibilidades o provocado algo que me pasara factura al día siguiente. Desde luego no esperé a ver ni una sola repetición de la jugada, ya habría tiempo. Al llegar a casa tampoco recuerdo si la televisión estaba encendida o aún se recreaban con ello. Pero era verdad, era inolvidable ya, aunque yo aún no lo sabía. Como una de esas canciones firmada a medias que te enganchan por la melodía pero no sería perfecta sin una buena letra. Siempre fui de canciones más que de grupos, pero la sociedad de Julio y Marcos venía de lejos, del Paseo de los Melancólicos.

Años después cuando volvió a orillas del Manzanares ya no estaba igual. La rodilla tampoco le dejó protagonizar su particular ´Volver a empezar´ pero… ¿Qué había sido de ese flequillo comiéndole los ojos? Creo que fue el mismo verano en el que llegó Futre. El portugués tomaría su relevo y rápidamente empezó a eclipsar a casi todos... 

Sus mejores años de fútbol habían quedado a ese lado de la Diagonal y vestido de azulgrana. Allí sí, con el once casi siempre a la espalda, como la noche de aquel eterno vuelo.

Sigue haciéndolo ´Pichón´, allá donde vayas.