jueves, 15 de octubre de 2020

Sigan, sigan...


Finales de los 80, por ir situando.
Arranca el campeonato, última temporada de cadetes si no recuerdo mal, y para abrir boca en nuestra primera salida vamos al Municipal de Santa Cruz, en Sepúlveda.
Durante el viaje en la furgoneta, alguien comenta que pita Torquemada pero yo no le doy la menor importancia. Mientras no fuera el ´Masculino´ debí pensar…
A los diez minutos nos han botado ya tres córners en contra, y en el siguiente, el delantero local tira del afilado aluminio de sus botas para con un pisotón que me coge de lleno la puntera de la zurda, zafarse al fin de mi marca.
Alguien ha despejado el peligro pero ya no veo el balón. Sobre el césped me retuerzo y blasfemo a la vez, pero solo se oye el “sigan, sigan…” del árbitro mientras la jugada se pierde.

Por supuesto no pude terminar ese partido y de aquello casi me pierdo toda la temporada.
Acabé jugando con una moneda de cinco duros que me vendaba sobre el dedo gordo del pie a modo de escudo, después de que por tres veces esa uña no acabara de salir como debía tras una experiencia inolvidable en la extinta Clínica Gila.
Yo por entonces, zurdito cerrado, aprendí por fin a pegarle con la diestra y en la temporada siguiente marcaba con “la pierna mala” de falta por escuadra o donde fuera, pero esa es otra historia. No hay mal que por bien no venga pensé, y era cierto, aunque eso ya duró muy poco.

Cuando unos años después la vida nos hizo coincidir por otros caminos, almorzando una mañana en La Codorniz, le recordé a Torque el episodio.
“Seguro que no lo vi majo, pero si echo a Carmelo me matan allí!”
Pidió entonces al camarero que me pusiera otra y salió del bar como el que gana el vestuario tras un exiguo descuento.
¡Sigan, sigan…!

A veces me gustaba picarle con su Barca, sobre todo aquella temporada del 96 con el doblete, donde también les ganamos la Copa. Recuerdo lo mal que le sentó aquel mágico regate de Caminero a Nadal (el tío) y como criticaba la labor de los trencillas cuando se calentaba viendo los toros ya desde la barrera.
Yo que era de perderme de vez en cuando por la Ciudad Deportiva y sentarme en la grada de La Albuera buscando remansos de paz y sobre todo silencio a la vez que imaginaba desmarques imposibles, tampoco rehuía el choque al encontrármelo por allí al pie del cañón.

De esas, a menudo contaba algo de su particular anecdotario o cómo le trataba la vida.
Por lo general me decía a menudo que a punto de dejarlo, aunque no podía.
Casi siempre tal vez, más valorado por el visitante que el local, o alguno de ellos a los que tenía el hielo preparado cada sesión y le hacían perrerías impropias para un hombre de su edad y recorrido. Con el pan no se juega chavales… Pero probablemente muchos de los que ahora defienden el escudo en este fútbol moderno, poco o nada saben casi de aquel otro de barro, donde si te cogía en frío un balón Mikasa estabas perdido…

La vida le había concedido una prórroga hace años, pero si por él fuera seguro que habría llevado el partido a los penaltis.
Allá donde estés, sigue Torque, sigue!!!