Encontré esto hace unas semanas mientras
buscaba otra cosa en mitad del desorden, y tras un par de escuchas, pensé que
no estaba tan mal como para seguir en ese limbo donde probablemente ya se había
acostumbrado a habitar.
Lo grabamos hace un par de inviernos. Parece
otra vida casi cuando citamos cualquier tiempo previo a estos nuevos que nos han
tocado vivir. Y lo hice desde el estímulo y el reto a la vez que suponía
trabajar a la inversa de lo que acostumbro en mi habitual proceso, es decir,
partiendo de la letra antes que de la música, y sobre todo, de la letra ajena.
El poema de José Antonio, ganador por otra parte de la convocatoria que para tal fin se hizo en el Campus María Zambrano, me lo puso más fácil llevándome de la mano desde la primera lectura.
Después otras manos amigas hicieron el
resto, y aunque la idea de acompañarlo con imágenes estaba ahí casi desde el
principio, no ha sido hasta este momento y casi por casualidad que me he
decidido a enmarcarlo de esta forma sin la eterna dependencia de terceros.
Uno que se mueve más cómodo por lo
general entre la escala de grises, esperaba un día que al menos prometiera
nubes de evolución para darle salida y encontrar finalmente acomodo entre el
refugio de alguna precipitación a última hora de la tarde, aunque la lluvia de
momento parece que tendrá que esperar.
Pero por fin es viernes, y la cuesta de
enero llega a su fin, y... Mejor no hacer esperar a la música con su letra y todo
lo demás no sea que nos deje plantados. Así que pasemos de buscar
justificaciones y sobre todo no nos enrollemos, que se hace tarde.